martes, 28 de abril de 2015

¿El eslabón perdido?: fósil hallado recientemente vincula al ser humano con los lemures


En un nuevo libro, documental y sitio web promocional, el paleontólogo Jorn Hurum, líder del equipo responsable del análisis del fósil de 47 millones de años de antigüedad mostrado en la imagen superior, sugiere que Ida es una especie crucial de nexo, un eslabón perdido en la evolución de los primates (guía interactiva de la evolución humana de la revista National Geographic).

(Entre los miembros del equipo estaba el paleontólogo Philip Gingerich de la Universidad de Michigan, miembro del Comité de Investigación y Exploración de la National Geographic Society, propietaria de National Geographic News.)
El fósil es un puente que cubre la brecha entre los primates superiores como los monos, simios y humanos con sus parientes más lejanos: los lemures.

En palabras de Hurum, del Museo de Historia Natural de Oslo, Noruega:«Este es el primer eslabón a todos los seres humanos». Ida representa «el nexo más cercano que podamos obtener de un ancestro directo».
Ida, cuyo nombre científico es Darwinius masillae, presenta una anatomía especial y única. El esqueleto lemuriano muestra características de primate, como manos prensiles, pulgares opuestos, dedos sin garras y con uñas y extremidades relativamente cortas.

«Este espécimen parece ser un fósil muy antiguo de primate, perteneciente al grupo que engloba al ser humano», comenta Brian Richmond, antropólogo biológico de la Universidad George Washington en Washington, D.C., y que no participó en el estudio.
Sin embargo, existe un gran vacío en el registro fósil de este período, añade Richmond. Los investigadores no saben con seguridad dónde y cuándo se separó el grupo de primates que incluye monos, simios y humanos de este otro grupo que incluye a los lemures.
«[Ida] es uno de los puntos de ramificación importantes del árbol evolutivo» añade Richmond, «aunque no es el único».

Al menos un aspecto de Ida es incuestionablemente único: su increíble estado de conservación, jamás visto en ejemplares del Eoceno, cuando los primeros primates sufrieron un período de rápida evolución. (Consulte un cronograma prehistórico.)

«De este período geológico quedan muy pocos fósiles y tienden a ser un colmillo suelto por aquí o una falange de cola por allá» explica Richmond. «Por lo que no se puede decir mucho sobre lo que este [tipo de fósil] representa en términos de historia o biología evolutiva».

En el caso de Ida, los científicos han sido capaces de examinar evidencia fósil de piel y tejido blando e incluso hurgar en los restos de su última comida: frutas, semillas y hojas.
Además, el recién descrito «eslabón perdido» se encontró en la fosa Messel de Alemania. Richmond añade que los orígenes europeos de Ida son cruciales, puesto que podrían sugerir, en contra del saber establecido, que el continente fue un área importante de evolución de los primates.

miércoles, 8 de abril de 2015

Cerebros caninos Reorganizados por la reproducción


Un nuevo estudio de generación de imágenes cerebrales examinó 11 cadáveres de 11 razas caninas distintas, unas de morro largo como el galgo y el terrier y otras de hocico corto como el mastín y el doguillo.
El equipo descubrió que los cerebros de muchas razas caninas de morro corto han girado hacia adelante e incluso llegado a los 15 grados de rotación.
Además, en estas razas, la región cerebral del olfato denominada bulbo o lóbulo olfativo, se ha movido hacia abajo en dirección a la base del cráneo, modificando quizás y de forma significativa el esencial sentido del olfato perruno, concluyen los investigadores.
Desde que se domesticó al primer lobo, alrededor de 12.000 años atrás, «la cría selectiva» ha provocado muchas variaciones anatómicas en los canes, pero probablemente la más dramática sea la relacionada con la forma del cráneo» comenta el coautor Michael Valenzuela, un neurocientífico de la Universidad de Nueva Gales del Sur en Australia.
«Los perros son seres muy especiales puesto que presentan grandes variedades de formas craneales» añade Valenzuela, «a decir verdad, más que cualquier otra especie animal».
¿Los cambios en el cerebro perruno equivalen a un comportamiento modificado?
Todavía no está claro si la rotación del cerebro y el descenso intracraneal del lóbulo olfativo de los canes de morro corto (braquiocefálicos) ha afectado el sentido del olfato, pero Valenzuela y sus colegas destacan que los perros de morro corto no se utilizan para rastrear.
«Pensamos que los perros viven rodeados de un mundo de olores, pero este hallazgo sugiere que el mundo olfativo de un perro en particular puede ser completamente distinto al de otro can» comenta el coautor del estudio Paul McGreevy de la Universidad de Sydney.
El equipo investigador especula sobre la forma en que los cambios cerebrales pueden haber modificado el olfato perruno destacando su efecto en la ruta cerebral conocida como la migración rostral o RMS. Otros estudios sugieren que la RMS es importante para tener una percepción olfatoria normal.
«La RMS comienza muy profundamente en el núcleo del cerebro y recorre una ruta predecible hasta el lóbulo olfativo», comentó el coautor Valenzuela a National Geographic News.
Ya que el bulbo olfativo se ha movido en los perros braquiocefálicos, es posible esperar una alteración de la trayectoria de la RMS, o una pérdida de su regulación» añade.
La exploración de estas potenciales desviaciones de la RMS, «sería de sumo interés para investigaciones futuras».
El equipo de Valenzuela tiene previsto acometer, como mínimo, parte de esa investigación futura y espera descubrir si las modificaciones cerebrales resultantes de la cría selectiva han cambiado el sentido del olfato de los perros y, de ser éste el caso, la forma en que lo han hecho. Es una pregunta fascinante que abordaremos con mayor profundidad en el futuro.